PRIMEROS PASOS POR EL FRANQUISMO EN LA MERINDAD DE VALDIVIELSO

Vamos a dar una vuelta en este 90 aniversario de la proclamación de la IIª República por los primeros días del franquismo en Valdivielso, desde los cuales se pretendió olvidar. Con tal fin recogemos un trío estupendo de artículos de la historiadora de Valdivielso (¡Qué envidia tenemos en otras Merindades!) Irene Garmilla aparecidos en el Facebook de RADIO VALDIVIELSO, EL PODER DE LO PEQUEÑO, en los cuales se ven algunos de los primeros pasos del franquismo en aquellos tiempos en los ayuntamientos de la zona. Por un lado aborda los gastos que producía la guerra en “mancomunidad y gastos de guerra – mosquetones y regadío”, y por otro las transformaciones en algunos aspectos de los cotidiano “nombres de calles: los 4 generales” y un tercer artículo publicado cuando se celebra el 80 aniversario “hoy hace 80 años”.

¿Y en tu pueblo qué? ¿Qué ocurrió aquellos días posteriores al golpe de estado? Te proponemos que recojas los acontecimientos que pudieron ocurrir o qué leas en los archivos del Ayuntamiento aquellos que pasó.

MANCOMUNIDAD Y GASTOS DE GUERRA – MOSQUETONES Y REGADÍO

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30 de octubre de 1936 el Ayuntamiento de la Merindad de Valdivielso celebra un importante pleno con el orden del día centrado principalmente en los gastos que le está ocasionando la guerra. Transcurridos poco más de tres meses desde la sublevación militar, Valdivielso, que siempre estuvo en la llamada «Zona Nacional», se encuentra en una situación considerada por las autoridades de Burgos como estratégica, o al menos de riesgo, a causa de la proximidad del «Frente Norte».

 Los guardias civiles del Cuartel de Valdenoceda, junto con las Milicias allí destacadas, han de proteger, y eventualmente defender, el desfiladero de los Hocinos y el Puente del Aire frente a posibles incursiones de elementos hostiles al llamado «Alzamiento Nacional». En el acta municipal del 30 de octubre no se dan muchos detalles sobre ese supuesto peligro, pero se dice lo siguiente: «El Concejal D. Tomás García y el Secretario de la Corporación dan cuenta de haber realizado la Comisión que se les confirió, habiendo concurrido a Burgos, habiéndose entrevistado con las Autoridades superiores, para ver la manera de atender la Fuerza y Milicias que cuidan el Cuartel y Puente Nuevo sobre el Ebro, como si sería factible reducir el número de guardianes permanentes reforzándolo con vecinos de este Valle, forma de contribuir por este y otros Ayuntamientos a dichas cargas, así como la manera de obtener dinero del Banco para atender obras y necesidades del municipio, que todo ello ha de solicitarse de la superioridad.» Tras detallar algunos de los gastos pendientes, como los ya asumidos para el camino y el puente de Población (una participación de casi 5.000 pesetas), se acuerdan las gestiones para, previa autorización de la «superioridad», satisfacer la necesidad de habilitación de créditos y poder así disponer de otras 5.000 pesetas más para pagos municipales urgentes.

Acto seguido, se da la siguiente información: «Reparto: Las suscripciones abiertas para el sostenimiento de las Fuerzas y Milicias armadas en esta Merindad han alcanzado la suma de 11.095’00 pesetas». Se aclara a continuación que al Ayuntamiento solo le motiva un «acendrado patriotismo» y que « sin compromiso y sin que nadie se lo haya impuesto, desde el 22 de julio último hasta el _ del actual, ha satisfecho los gastos de dichas Fuerzas y Milicias por pesetas 11.095’00, suponiendo un esfuerzo si cabe mayor a un potencial tributario, ya que se trata de un año de mala cosecha, pérdida de frutos y apedreados varios pueblos de este Municipio

Tras un punto y aparte, y a renglón seguido, se formula la siguiente propuesta: «Por tales circunstancias, este Ayuntamiento vería con agrado y beneficio de sus administrados se le relevase de continuar sufragando esta carga; ahora bien, si ello no fuera factible, se solicita de la Superioridad autorice a los Ayuntamientos de Merindad de Valdivielso, Los Altos y Valle de Manzanedo para que, constituidos en Mancomunidad, giren en Reparto en cada Municipio por la cuantía que la mancomunidad señale a dichos fines, ya que el Puesto de la Guardia Civil, su demarcación, comprende dichos Ayuntamientos y, si esto no fuera dable, se autorice al Ayuntamiento de esta Merindad para que haga el Reparto de la cuantía a pagar [por] los gastos que la fuerza tiene hechos y se calcule pueda hacer.»

Y la propuesta tuvo tanto éxito que, en menos de una semana, el 5 de noviembre de 1936 se constituía formalmente la Mancomunidad en una reunión celebrada en el Puesto de la Guardia Civil de Valdenoceda, con la asistencia de representantes de los tres ayuntamientos y la presencia de don Eladio Muga, comandante del puesto. Más adelante, el 31 de diciembre, se celebraba ya la primera sesión de trabajo con toma de decisiones concretas: la Mancomunidad ya estaba funcionando. A estas reuniones, y a otras posteriores, que tenían lugar en el Cuartel de la Guardia Civil de Valdenoceda, asistían siempre dos o tres de los representantes designados por cada municipio: por el Ayuntamiento de Los Altos fueron designados don Manuel Merino, don Fidel Alonso y don José de la Peña; por el del Valle de Manzanedo, el alcalde don José Varona, don Valeriano García y don Pedro Ruiz; por la Merindad de Valdivielso, el concejal don Tomás García y el alcalde don Maximiliano García. Además, siempre estaba presente el comandante del puesto de la Guardia Civil don Eladio Muga, y levantaba acta el secretario del Ayuntamiento de Valdivielso don Manuel García.

No es que las cosas fueran a resultar fáciles por el mero hecho de haber formado una mancomunidad. En aquella sesión del 31 de diciembre de 1936, entre los tres municipios no llegaban a juntar la suma de 9.350’60 pesetas que les reclamaban las Fuerzas y Milicias por los gastos que durante aquel trimestre les había ocasionado a ellas «custodiar el Cuartel de la Guardia Civil y Puente sobre el Ebro en Valdenoceda, y la fábrica de electricidad en Manzanedo, que da luz entre otros Centros a las Oficinas y los Hospitales Militares…». Los mancomunados alegaron que tan solo podían pagar 6.016’ 96 pesetas a causa de las malas cosechas que durante aquel año de 1936 habían padecido los tres municipios. Valdivielso aportaba 2.870’11 pesetas; Los Altos, 2.086’35 ptas; el Valle de Manzanedo, 1.060’50 ptas. Total 6.016’96 ptas. El resto, hasta las 9.350’60, ya lo abonarían cuando pudieran. Además, indicaron que aún tenían pendiente una entrevista con el gobernador civil en Burgos para ver la forma de distribuir todo aquel gasto entre los cabezas de familia de sus municipios «con carácter de exacciones o de impuesto municipal» de la manera más equitativa posible.

Hay que tener en cuenta que, según se menciona en las actas municipales, tanto 1936 como 1938 fueron años malos para las cosechas, y es sabido que en aquel tiempo en muchas familias faltaban brazos fuertes a causa del reclutamiento masivo de los jóvenes, y también en algunos casos por encarcelamientos, muertes o fugas. Por otra parte, la salida de los productos que tradicionalmente se vendían en Bilbao o en otras localidades del norte estuvo cortada al principio durante cerca de un año, y luego continuaron las dificultades por las requisas y las trabas que imponía el racionamiento. Si la situación de la mayoría de los labradores nunca fue de mucha holgura monetaria, en aquellos años lo sería aún menos.

No obstante, lo que está claro es que, con la formación de una Mancomunidad, además de compartir gastos, tres ayuntamientos juntos podían sentirse más fuertes que si iban de uno en uno frente a aquellos militares y paramilitares enardecidos por el espíritu guerrero de la época, y muy bien dispuestos para recaudar dinero a cambio de gloria para la Patria.

En octubre de 1937 la Mancomunidad tuvo que asumir la compra de un automóvil para el Puesto de la Guardia Civil de Valdenoceda, eso sí, contando con que las fuerzas armadas se pagarían sus gastos de gasolina, aceite y reparaciones, y que permitirían a los ayuntamientos hacer uso del vehículo en determinadas ocasiones, abonando entonces dichos ayuntamientos el coste de la gasolina y el aceite, además de 20 céntimos por kilómetro. Pero, las arcas municipales estaban cada vez más extenuadas, y a lo que los mancomunados sí tuvieron que negarse fue a sufragar la construcción de un nuevo cuartel para la benemérita, ya que eso se proponía en 1938, que volvía a ser un año muy malo para las cosechas. Los ayuntamientos dijeron que, como mucho, donarían el terreno para la construcción del edificio, pero nada más.

Y es que había otros muchos gastos. Las actas municipales dan cuenta de que los ediles de Valdivielso tenían que personarse en Burgos cada cierto tiempo para entregar las sumas de dinero correspondientes al subsidio del combatiente, al aguinaldo del soldado (en las navidades de 1938 se donaron 501’25 ptas), a los donativos para las «Poblaciones Liberadas» y para los hospitales de sangre, a la suscripción del Plato Único… ¿Que qué es esto? Pues el Plato Único consistía en que un día a la semana había que reducir la comida a un solo plato (aunque algunos de hecho ya la tuvieran reducida) y donar el importe de lo que supuestamente se ahorraba la familia con este sacrificio patriótico. Y si esto no llegaba a una cantidad decente, por los pobres tenían que responder las arcas municipales. Se pusieron muy de moda las suscripciones con talonarios de papeletas que repartía el Ayuntamiento. En septiembre de 1936, a la suscripción popular bautizada como «Compra del avión “Burgos”», destinada en realidad a ampliar y mejorar las instalaciones del aeródromo militar de Gamonal, Valdivielso contribuyó con un total de nada menos que 1.633 pesetas, de las cuales 500 las aportó oficialmente el Ayuntamiento, y el resto las Juntas Locales y vecinos del Valle.

Por lo que he visto en las actas, sí que, a veces, se intentaba ahorrar un poco. Y es que, cuando los ediles de Valdivielso se dieron cuenta, en enero de 1937, de que había que poner un retrato de Franco en la sala de sesiones, decidieron comprar una foto y «adaptarle» alguno de los marcos que ya estaban colgados en las paredes. ¿A quién sustituirían? Bueno, el caso es que el culto al dictador les salió barato. Pero, desde luego, la implicación personal había que mostrarla, y eso se hacía también mediante donaciones «espontáneas» e individuales, como las que se realizaron en Valdivielso en abril de 1937, cuando los vecinos entregaron al Ayuntamiento «80 sábanas, 12 mantas, 5 almohadas y 2 toallas, 250 ptas en metálico y 274 huevos». De esto último se ve que andaban sobrados.

Y no hay que olvidar todos los homenajes, monumentos, festejos patrióticos y aniversarios conmemorativos, que en aquellos años de la llamada «Cruzada de Liberación» fueron muchísimos, y que los ayuntamientos tenían que sufragar sin escatimar en gastos, pagando banderas, lápidas, fuegos artificiales, dulzaineros, etc., y hasta medios de transporte cuando las concentraciones patrióticas tenían lugar fuera del municipio. En algunos casos estas actividades se organizaban también conjuntamente, repartiéndose los costes entre los tres municipios de la Mancomunidad. Sí que se preguntaban a veces los ediles, y preguntaban a las autoridades, si algún día les devolverían por lo menos el dinero entregado en concepto de, textualmente, «ayuda al Ejército y Milicias liberadoras de la España auténtica», o sea, lo que estaban entregando en el Cuartel de Valdenoceda incluso después de desaparecer la amenaza del Frente Norte, que en realidad se terminó con la caída del Valle de Mena en agosto de 1937. Al parecer, la Mancomunidad de los tres municipios continuó funcionando por lo menos hasta el final de la contienda.

Pedir, pedir y pedir, pero ¿qué dieron a cambio aquellos señores de la guerra? Pues, ¡ay, amigo!, dieron a Valdivielso 50 mosquetones, una Prisión Central y, más tarde, un fabuloso plan de regadío que nunca pasó de ser un proyecto de papel.

La propuesta de reforzar la guardia en Valdenoceda mediante vecinos del Valle les debió de parecer una buena idea a las autoridades de Burgos, pues estas enviaron 50 mosquetones, según se comenta en un artículo del Diario de Burgos fechado en los años sesenta, y cito textualmente «para montar por las noches vigilancia sobre el puente de Los Hocinos». Durante esos mismos años sesenta pude ver en una ocasión que todavía se conservaban aquellas armas en una habitación del ayuntamiento: una gran cantidad de fusiles polvorientos apoyados contra las paredes, con sus bayonetas montadas, como esperando todavía algún hipotético ataque nocturno. ¿Alguien se imagina a aquellos valdivielsanos que, por su edad, no habían sido llamados a filas, apostados en las peñas bajo el relente o la helada, y haciendo compañía a los lobos y los raposos, mientras, mosquetón en mano, esperaban la aparición nocturna de no se sabe qué enemigo? Sinceramente, creo que los valdivielsanos de la generación de mi abuelo eran más inteligentes que todo eso y tendrían cosas mejores que hacer.

Y en el otoño de 1938, que en las actas municipales consta como tercer Año Triunfal, Valdivielso recibió, aunque en dichas actas no lo he visto constar, el regalo más macabro que ha recibido durante toda su historia: la Prisión Central de Valdenoceda, donde los triunfadores plantaron la semilla del miedo, un fruto que apesta y cuyo sabor nauseabundo no se puede olvidar. ¿Acaso el bando sublevado no podía pagar con algo mejor? Pues sí, cuando ya dejaron de necesitar aquel lugar de exterminio, se dieron cuenta de que Valdivielso era por naturaleza un lugar lleno de vida. Y esto les daba pie para floridas promesas. Entonces enviaron técnicos que hicieron un estudio del potencial agrícola del Valle y que, según se dijo, confeccionaron un fabuloso plan de regadío llamado Plan de Valdivielso, pagado todo esto por el Ayuntamiento, cómo no, y parece ser que, ya en la década de los cincuenta, las autoridades se dignaron incluso recibir aquellos papeles. Dijeron que los iban a estudiar, lo dijeron durante muchos años. La historia que sigue ya la conocemos.

Irene Garmilla

NOMBRES DE CALLES: LOS 4 GENERALES

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El 15 de julio de 1937 el Ayuntamiento de la Merindad de Valdivielso acordó por unanimidad realizar los siguientes cambios en los nombres de las calles:

«Las calles de Quecedo que últimamente se llamaban Capitán Galán, en lo sucesivo se llamará “General Franco”; la llamada Plaza de La República se llamará “General Mola”; la llamada 14 de Abril de 1931 se llamará “General Gil Yuste”; la llamada del Sol se llamará “General Dávila”. Por el presente se rectifica el acuerdo de 25 de octubre de 1931.

Por los mismos motivos y para perpetuar la memoria del primer mártir de esta cruzada Excmo. Sr. D. José Calvo Sotelo, se da en el pueblo de Condado el nombre: la que hasta ahora se llamó Real, en lo sucesivo se llamará Calvo Sotelo. Se mandará construir cinco placas con dichos nombres por cuenta de los fondos municipales

Después de leer esto me he quedado un poco desconcertada, porque los cuatro generales que eligieron los ediles no coinciden con los de la famosa canción. ¿Qué pasó con Sanjurjo y Queipo de Llano? Tal vez tenían que haber cambiado en Quecedo seis calles, y no solo cuatro, para evitar hacer un feo a algún general. Pero puede que no encontraran tantas calles importantes en la pequeña capital de Valdivielso. De hecho, a Calvo Sotelo lo llevaron a Condado.

Pues bien, para ver lo que había allí antes de que la República y la contrarrepública se pusieran a bautizar calles con tanto frenesí, he echado mano del pequeño mapa que en 1930 se había publicado en el libro de Luciano Huidobro y Julián García Sáinz de Baranda. Parece que, en Quecedo, los nombres de toda la vida eran la calle de la Luna y la calle del Sol, la calle de la Revilla y la calle del Cid, y la calle Real. Y también existieron desde siempre la plaza de El Campillo y la del Lavadero. Así pues, con las cinco calles importantes, más dos plazas, había de sobra para seis generales, sin necesidad de mandar a ninguno al callejón de la Hoyuela. ¿Por qué se dejaron a dos en el tintero? Yo diría que pudo ser por no gastar tanto en placas, pues ya sabemos que en aquellos tiempos había mucho gasto y poca tela.

El caso es que, después de todo este lío, en el censo de Quecedo de 1950 las calles aparecen como: Generalísimo, Sol, Luna, El Cid, Revilla, la plaza de El Campillo y ninguna más. Parece como si en algún momento se hubieran dado cuenta de que eran demasiados generales para un pueblo tan pequeño y hubieran decidido volver a los nombres tradicionales, limitándose a mantener al inevitable General Franco, que ya les parecería suficiente. Enfin, ya me contaréis cosas los que sabéis más que yo sobre calles y sobre generales.

¡Ah! Y aquí va la famosa canción, al menos las dos estrofas que hacen referencia a este tema (no todas, porque también tiene alguna que me resulta un poco salvaje, cosas de la maldita guerra): «Los cuatro generales Los cuatro generales Los cuatro generales ¡Mamita mía! Que se han alzado Que se han alzado Franco, Sanjurjo y Mola Franco, Sanjurjo y Mola Franco, Sanjurjo y Mola ¡Mamita mía! y Queipo de Llano y Queipo de Llano» Y, si queréis oírla completa, aquí tenéis, por ejemplo, la versión de Chicho Sánchez Ferlosio: https://youtu.be/yf5ccJ0gvMw?list=RDyf5ccJ0gvMw

Irene Garmilla

HOY HACE 80 AÑOS

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Tal día como hoy, 30 de marzo, pero de 1939, el pleno del Ayuntamiento de la Merindad de Valdivielso dio por terminada la Guerra Civil. No fue una sesión solemne, pues faltaban la mitad de los concejales, y el asunto se intercaló entre otros de menor trascendencia. Respirarían aliviados los quintos del reemplazo de 1943 y sus familias, pues todas las quintas anteriores ya habían sido llamadas a filas y, de haber continuado un poco más la guerra, los jóvenes que en 1939 cumplían 17 años habrían sido llamados también.

Sobre aquel pleno histórico diremos que estuvo presidido por el alcalde Mariano Arranz Pérez y asistieron los concejales Severiano Revuelta, Pedro García y Juan Fernández, faltando a la sesión Eusebio de la Peña, Cirilo Martínez e Isaac Sedano. Los miembros de aquel Consistorio habían sido nombrados por el Gobernador Civil de Burgos mediante una orden emitida el 11 de febrero de 1938.

Sabido es que el final de la guerra fue decretado oficialmente por Franco el 1 de abril de aquel año, es decir, dos días después de la fecha de este pleno, cuando el generalísimo escribió “La guerra ha terminado” en su famoso parte emitido desde el Estado Mayor, sito en el llamado “Cuartel General del Generalísimo” en Burgos. Desde luego podía ser un poco arriesgado que un ayuntamiento se expresase anticipadamente en esos mismos términos, o anunciase de algún modo el final de la contienda, adelantándose al Caudillo. Seguramente fue por eso que los ediles valdivielsanos, prudentes ellos, optaron por anunciar con grandes letras, y mucha mayúscula, la “Liberación Total de España”, que para ellos venía a ser lo mismo, y así dejaban el trabajo hecho. Si realmente en aquellos días todos los españoles se sintieron liberados, bueno, esa es otra cuestión. Pero lo cierto es que, desde el Ayuntamiento, no se podían decir las cosas de otro modo, ni se podía dejar de organizar los preceptivos festejos con los que se celebraría aquello que para unos sería un triunfo, para otros una derrota, y para muchos meramente un respiro. Nadie sabía aún hasta qué punto iba a ser dura la posguerra.

Textualmente el acta, con una redacción y un ritmo un tanto apresurados y apremiantes, decía: “Liberada España en su totalidad por Nuestro valeroso Ejército y Milicias, España entera se dispone a rendir homenaje de Adhesión y afecto, a lo que este Ayuntamiento se dispone realizarlo con la máxima simpatía y afecto el día que la Superioridad disponga. Para formar programas se faculta y concede un amplio voto de confianza al Sr. Alcalde para que ayudado del Sr. Cura de Quecedo, el Secretario de la Corporación y demás personas que puedan aportar datos, desde luego no han de faltar Misa de Campaña, Cohetes, Dulzaina o algo de Música, invitación de Autoridades y Funcionarios y público en general, asistencia en pleno de la Corporación y cuanto sea preciso para la mayor solemnidad y brillantez del acto.” La verdad es que lo único que me ha sorprendido al leer este texto ha sido la designación del párroco de Quecedo para participar en la organización de la fiesta. ¿No había en aquel tiempo por lo menos una docena de curas encargados de las parroquias de Valdivielso? ¡Con lo ocupado que estaba siempre don Jaime Oñate! Y es que hasta se encargaba del telégrafo desde diciembre de 1937, sin más que una gratificación mensual de cincuenta pesetas, porque se había ofrecido voluntario, y había sido aceptado para la tarea por el Consistorio, cuando llamaron a filas al telegrafista Jenaro García González. Sorprendente aquel don Jaime que valía para todo, incluso para decir el sermón en código morse, si hacía falta.

Ochenta años han pasado y hoy los valdivielsanos pueden conmemorar la proclamación realizada por el consistorio de la Merindad de Valdivielso aquel 30 de marzo de 1939. Algunos pensamos que es un mero hito histórico y que no hay nada que celebrar, aunque sí mucho para reflexionar. Pero sí se me ocurre una cosa: para celebrar que no estamos en guerra y que nuestro espíritu es pacífico y solidario, vayamos al encuentro de alguien que nos caiga muy mal, que nos caiga de la patada, que sea alguien que no podemos ver ni en pintura, que nos la ha jugado por activa y por pasiva, etc., y después de saludarle amablemente, digámosle: “Me gustaría charlar contigo. Anda, vamos, te invito a tomar algo.” Desde luego es posible que nos diga que no. Pero, en cualquier caso le habremos desconcertado. Y eso ya es algo. ¡Feliz día de la paz a todo Valdivielso!

OTRAS INFORMACIONES

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